jueves, 18 de febrero de 2010

¿Qué es lo que fracasa en el fracaso escolar? Deseo de saber vs Fracaso Escolar


Observamos que en la experiencia del aprendizaje escolar actual fracasa el lazo de la subjetividad de los niños y jóvenes con el saber, que no es el llenarse de información sino disponerse como el amante a la búsqueda de aquello que nos falta.
Y si el impase de nuestra época es el reinado de la ausencia de la falta, nos olvidamos de la función operatoria de las matemáticas elementales que nos enseñaron y enseñan nuestros maestros.
Porque, ¿cómo introducir a la dialéctica de la suposición y búsqueda de saber en el Otro -lo que en psicoanálisis llamamos transferencia- si estamos repletos y nada nos falta?
De modo que, poner a operar la falta tiene sus consecuencias para la subjetividad de la época, lo que va a contracorriente de ejercer un paternalismo delirante con los niños y los jóvenes actuales.
Se trata de poner en juego el inédito proyecto freudiano enlazando al niño a la vida, en una época donde Thánatos se engorda eclipsando a Eros.
Podemos deducir que este proyecto sobre la vida escolar no se logra multiplicando las instituciones modelos, ni mediante la búsqueda de la educación Ideal, sino inventando -cada vez- lugares de interlocución y de un trabajo interdiscursivo sobre los impases y malestares que encuentran los educadores, para poder desplazarlos a problemáticas solubles.
Especialmente, considerar que La Reforma Ideal de la Educación no existe nos posibilita leer que los efectos del acontecimiento aprendizaje son consecuencia de cada reformulación educativa que ejerce el maestro en el trabajo diario con sus alumnos, ya que es el docente o cada practicante de la educación el que desde su acto educativo ejerce la política de enseñar.
Y el practicante del psicoanálisis de la orientación lacaniana, lejos de ser un experto psi, resulta un objeto disponible para otros cuando se coloca en el lugar del agente del discurso analítico, respondiendo con el deseo analítico a la transferencia no sólo de sus pacientes, sino también cuando se ubica como una herramienta utilizable para los agentes de otras prácticas que se interrogan por lo que no anda en cada situación; pues la apuesta clínica del psicoanálisis sigue siendo el síntoma, el que toma distintos ropajes de presentación, según cada época.
Porque para el psicoanálisis el síntoma es lo propio del ser hablante, en la medida que es un acontecimiento del cuerpo.
Y aunque el síntoma se presente de entrada como lo que no anda, aquello que se pone en cruz como la piedra que se nos atraviesa en el camino, en sí mismo es funcional en tanto articula la división subjetiva con la barradura del Otro o, lo que es lo mismo, al deseo del otro.
Y es en la perspectiva del buen uso y de la satisfacción que provee el propio síntoma que hacen ejemplos los artistas y los analizados. Así, decía la escritora Marguerite Duras: "Soy lo que escribo".
Entonces, ¿cómo responde el practicante del psicoanálisis cuando recibe a un niño que sufre en su experiencia del aprendizaje, lo que se manifiesta sintomáticamente en el llamado fracaso escolar que incluye a las inhibiciones con el saber, el aburrimiento, la apatía, las dificultades con la atención y la agitación del cuerpo de algunos niños en su vida escolar?
Si las psicoterapias intentan erradicar el síntoma, el psicoanálisis apuesta al mismo, dejándose orientar por lo real del síntoma que insiste y se repite, posibilitando que el analizante, mediante su trabajo del decir bajo transferencia, pueda realizar un nuevo anudamiento a su propio síntoma que cambie el mal uso que hace de él.
Especialmente, el psicoanálisis aplicado a los niños nos enseña sobre la particularidad de que si bien el niño, mediante su sintomatología infantil, ocupa el lugar paradigmático de objeto que divide o colma a la madre, ello no lo exime -en tanto ser hablante- de su responsabilidad de tener que elegir su propio camino por la vida.
Y es a través de la experiencia analítica que el analizante niño, confrontado al deseo del analista, tiene el derecho de poner en juego su decisión vital singular, en la vía de hacerse el propio camino al andar, de la mano de la singularidad de su síntoma.

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